Los accidentes de tráfico son un problema grave de nuestras sociedades modernas. Según la OMS, se posicionarían como la octava causa de muerte en el mundo y causante de numerosas lesiones, tanto a nivel físico como psicológico.
Es cierto que, por lo general, estas lesiones suelen ser de gravedad media o baja y, a pesar de que no se les atribuye demasiada importancia, pueden producir un malestar prolongado y suponer un perjuicio o una limitación en la vida diaria del paciente. Por este motivo, cualquier persona que sea víctima de un accidente de tráfico debe acudir cuanto antes al hospital más cercano para que los profesionales puedan realizar un estudio completo a través de una exploración física y, por medio de una prueba de escáner, para comprobar la magnitud de las heridas. Es posible que exista lesión, aunque no se presenten síntomas hasta tiempo más adelante, lo que en ocasiones los puede convertir en irreversibles, por lo que es necesario establecer un diagnóstico cuanto antes y su posterior tratamiento para garantizar una rápida recuperación.
Entre las lesiones más comunes estarían las de tipo cervical, como es la cervicalgia de tipo postraumático, que se produce tras un accidente y suele estar motivada por distintas lesiones, como puede ser el síndrome del latigazo cervical, que sería un movimiento brusco hacia delante y hacia atrás que sufren la cabeza y el cuello en una colisión. Este puede producir consecuencias como roturas de ligamentos, esguinces de cuello o, incluso, en casos extremos, hernias discales. En muchas ocasiones el dolor de cuello va acompañado de mareos, parestesias o vértigos. Cada una de estas lesiones requiere su propio tratamiento y, en su mayoría, el paciente pasa por un periodo de rehabilitación.
La espalda se divide en tres zonas: cervical, dorsal y lumbar, por lo que existen otros dos padecimientos como son la dorsalgia y la lumbalgia, similares a la cervicalgia, aunque contarían con un tratamiento y rehabilitación independientes.
Otras lesiones muy habituales son las fracturas. Estas pueden ser de muy diversos tipos: abiertas, cerradas, con astillamiento de huesos o limpias. Las fracturas provocadas por los accidentes de tráfico pueden ser de dos tipos, especialmente: las que requieren para su curación del uso de material de osteosíntesis, como tornillos, placas o clavos; y las fracturas que no requieren este tipo de material para su uso interno o externo, salvo las tradicionales técnicas de inmovilización o escayolado.
El llamado traumatismo craneoencefálico es una habitual lesión, especialmente provocada por accidentes de moto, aunque también en coche, cuando la cabeza recibe un fuerte golpe contra el suelo u otro vehículo. En este tipo de lesiones influye enormemente la fuerza del golpe recibido, si se dispone de medios de seguridad como cinturón o casco, por lo que puede ir desde una simple contusión o dolor hasta lesiones graves o, incluso, el posible fallecimiento del herido.
Existe además otro tipo de lesión que puede acarrear un problema psicológico, es el llamado perjuicio estético. Cuando un accidente provoca consecuencias que afectan a la imagen física de un paciente se puede producir este tipo de perjuicio. Los más habituales suelen ser cicatrices, quemaduras, cortes o abrasiones provocados por el asfalto, así como las marcas dejadas por la intervención quirúrgica para curar estas lesiones. Los casos que pueden provocar mayor complejo suelen ser cojeras o deformidades tras malas uniones de los huesos.
Todos estos son algunos ejemplos de lesiones que se pueden producir tras un accidente, además del trauma psicológico que se puede derivar. Estos pueden variar en función del tipo de lesión o vehículo en el que circulaba el herido, pero, independientemente de la gravedad, es fundamental que se acuda cuanto antes a un centro médico para diagnosticar su magnitud y comenzar su curación.
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